El lenguaje inclusivo por el mundo

Porque viajando sola se reflexiona mucho y como Especialista en Escritura y amante de la Sociolingüística siempre estoy preguntando “How do you say in…?” [“¿Cómo se dice en…?”]. Ahora me pregunto qué pasa con la deconstrucción de la lengua en contacto con otras.

En los últimos años el “lenguaje inclusivo” ha sido uno de los tantos temas que generan debates en las redes sociales a tal punto que se ha vuelto predecible que alguien responda ofensivamente si lee un “todes” en una publicación antes de detenerse en el mensaje principal. Para los detractores, esto es sólo una “moda”, pero la realidad es que este tema se viene cuestionando desde los años ‘60 gracias al movimiento feminista.

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El término “inclusivo” hace referencia a lo “no binario”, es decir, a la no clasificación morfológica de las palabras en femenino y masculino que se refieran a personas, buscando una nueva forma de “incluir” todas las identidades. Es por esto que resulta totalmente inválido el argumento “ser inclusivo es saber lengua de señas”, porque no es esa la cuestión (además “lengua” es el sistema de signos y “lenguaje” la capacidad para usarlo). En este caso, lo “inclusivo” es un llamado de atención a lo “exclusivo” del uso del masculino para las palabras generalizadoras. La cuestión es ¿por qué generalizamos en masculino?

¿Qué pasa con las personas que no se identifican con ningún género?

El 15 de abril de 2015, el SAOL (Glosario de la Academia Sueca) incorporó un nuevo pronombre al diccionario de la lengua sueca. Este pronombre hen” funciona como neutro para referirse a personas de las cuales no se sabe el género o no es necesariamente relevante saberlo. De esta forma quedó “hon” [ella], “han” [él] y “hen” [pronombre inclusivo] que ya es usado en todos los ámbitos sociales.

Desde los años ‘60, el movimiento feminista sueco impulsó el uso de esta palabra, pero fue recién alrededor del año 2000 que la comunidad transexual adoptó la misma. Por otro lado, todos los adjetivos en la lengua sueca ya eran neutros, no hay clasificación binaria, una misma palabra es válida para calificar a mujeres y hombres y lo mismo para denominar profesiones. Para una persona sueca es extraño saber que en el castellano tenemos que cambiar -A por -O al final de una palabra si nos referimos a mujeres u hombres (bonita/o, bueno/a). Un sueco al intentar hablarme en castellano y yo corregirlo, me preguntó riéndose “¿Siempre se cambia la O por la A?”.

Debido al amplio alcance tecnológico y las nuevas formas de escritura digital, se había comenzado con el uso del arroba “@“ como signo inclusivo (tod@s), luego fue la “x” (todxs), pero por una cuestión de lectura fue que se empezó a ver la “e” como una posibilidad (todes) y no fue casual, ya en el párrafo de arriba nombré el caso del pronombre neutro en Suecia y es este uno de los países ejemplares en cuestiones de igualdad entre mujeres y hombres.

Que una lengua no sufra variaciones en femenino y masculino tampoco es garantía de que fomente sociedades más igualitarias, ya que tenemos casos como el turco o el japonés – en donde no hay variaciones genéricas – o el árabe – que usa el femenino para generalizar algunos significados – pero en cuyos países el hombre ocupa un lugar de privilegios y las cuestiones de femineidad o masculinidad se entienden por contexto en ciertos casos por uso de pronombres, uso de “extranjerismos”, etcétera. Sin embargo, es sumamente interesante que las sociedades estén empezando a cuestionar la lengua como quiebre de un paradigma social.

¿Por qué si hay un grupo de cinco mujeres y un hombre tengo que decir “todos”? ¿Qué produciría para ese solo hombre que yo elija decir “todas”? 

Fragmento del libro El grito manso de Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño en el año 1997
Fragmento del libro El grito manso (1997) de Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño

Sabemos que el “género” de una palabra no tiene que ver con el sexo, sino con la morfología propia del castellano de clasificar las palabras de tal manera (cuchara=femenino/singular; tenedor=masculino/singular), es por esto que lo que se plantea como “no binario” son aquellas palabras (sustantivos, adjetivos, artículos y pronombres) que hacen referencia a personas y no a objetos o sustantivos abstractos. Por ejemplo, no sería correcto decir “les sonrises de les niñes” sino “las sonrisas de les niñes”.


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Como cambio de paradigma es repensar el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, una mujer que ya no es “invisibilizada” y gana lugar en ámbitos laborales, así como también la comunidad trans lucha por un cupo laboral ahora. Es por esto que no es casualidad que la lengua sea un punto de quiebre, porque la lengua es identidad, cultura y denota nuestra necesidad de nombrar el mundo. Esa necesidad es renovada, mayormente, por los jóvenes, porque la lengua es tan mutable y arbitraria como la comunidad misma. Así como en Argentina muchos jóvenes crean “neologismos”, como la expresión “ah re” al final de una frase, que solía ser usada por una tribu urbana, pero que transcurridos unos 10 años alcanzó gran relevancia como el “re” antes de un adjetivo. 

Así como nombro el mundo, le doy existencia a algo y florece mi identidad, así como a veces me cuesta encontrar una traducción al inglés de alguna palabra que es “tan argentina” o “tan latina”, porque en ese idioma no se vivenció, sólo puedo aproximarme o compararla con otra, pero “algo me falta”.

El uso del “lenguaje inclusivo” o “no binario” (este último me parece lo más apropiado) connota la mirada de una sociedad más empática, una sociedad que piensa en el otro y lo tiene en cuenta. Esta nueva manera de comunicarse muestra un interés por repensar el discurso, repensar la lengua y el lenguaje. Desde las primeras personas que empezaron a decir “todos y todas” empezó el cambio. Para los lingüistas es un honor que la gente deje de ser ese pez que sólo está nadando sin preguntarse qué es el agua.

La pregunta es ¿qué imágenes mentales nos hacemos cuando leemos titulares como este: “Científicos argentinos desarrollaron un kit de detección rápida de coronavirus”? Si tu primera imagen mental es visualizar hombres, ahí es donde hace ruido el uso del masculino para generalizar, porque también hay mujeres argentinas científicas, doctoras e investigadoras en el CONICET y, aunque fueran la mayoría, se las va a generalizar en masculino.

Cabe destacar que lo curioso es que el principal detractor del uso de esta nueva forma sea la RAE (Real Academia Española), una institución que desde que se fundó en 1713 contó solamente con 11 mujeres de sus casi 500 nombramientos.

Fragmento del libro Feminismo para principiantes de Nuria Varela (2005)

Hoy en día, no me sale naturalmente el uso de la “E” como a otras personas, trato de buscarle la vuelta y repensar mi discurso, pero tal vez me pase como con la expresión “ahre” y en unos años mi uso no sea forzado sino fluido. Hoy en día que me encuentro viajando por el mundo y conociendo a personas de diferentes nacionalidades, no pierdo la oportunidad de preguntarles “How do you say in (Polish, Danish, Swedish, Arabic, Nepali… y la lista sigue)? [¿Cómo se dice en (polaco, danés, sueco, árabe, nepalí?] y me resulta maravilloso intercambiar las diferentes formas de nombrar el mundo.

Repensar la lengua y analizar el impacto de su uso en contexto no está para nada mal. Al fin y al cabo, somos la comunidad de habla, “nosotres” hacemos y rompemos las reglas.

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